Prosa poética: Blue Cat Blues - Expiación
Por Marcelo Cueto Vassallo
Edición por Yago Salmón
Marcelo Cueto Vassallo nacido en Perú, actualmente reside en Houston, Texas, Estados Unidos. Tiene 20 años y nos cuenta: "Escribo por el instinto humano de crear." Un artista en ascensión.
Edición por Yago Salmón
Fotografía por Marcelo Cueto Vassallo, edición por Yago Salmón.
Blue Cat Blues - Expiación
Introducción:
Era
una temporada bien jodida, nunca lograba dormir por más que testigos digan lo
contrario, no era el mismo ni sabía quién debería ser. Me volví un envase vacío,
o recién me daba cuenta del vacío que un par de hechos dejaron en mí. Decían
que no haga caso a los sueños que solo eran resultado de una tonta imaginación
adolescente, ahora lo veo como una menarquia de lo que es pasar un periodo de
obnubilación sobre “la realidad”. La tristeza me mandaba lejos y no hay
cinturón de seguridad para la consciencia.
Despertaba
solo en mi cama, y recordaba que mi ilusión ya no existía ni yo para ella. Mi
alma estaba cansada e iba por energías a una vida paralela. Nut me recibía y
llevaba de paseo dentro de infinitas vidas; hasta que fui todos, y finalmente
la comprendí, tarde. Recuerdo ese bosque de cedros que fue hogar para este
mosquito que buceaba lentamente entre los espesos gases del aire, y aun en ese
lugar prístino el recuerdo de ella me impedía ir mas alto. Quizás eso lo llevó
a sus infiernos, conoció las partes suprimidas de su ser en cada sueño, hasta
que todo se iluminó para empezar a caer dentro del cuerpo otra vez, para volver
al Yo y sentirme mierda.
Todo
ese crecimiento se produjo mientras actuaba mi vida normal, no podía contarlo,
preocuparía al resto. Me empezó a dar fuertes pitidos en los oídos, hasta mi
manera de hablar y escribir cambiaron. El lenguaje humano quedaba corto para
expresarme. Un día vi venir el ocaso de la no diferenciación entre soñar y
estar despierto; creando un hermoso arrebol despidiendo esos sueños
hiperlúcidos, yo solamente observaba mientras decodificaba la simbología y
melancolía.
La articulación resumida de esta experiencia solo se pudo dar con el
ultimo chispazo de luz, del cual no me siento autor. Por eso, el crédito del
siguiente texto cual no recuerdo escribir (quizás fue en estado alfa), va para
ese chico deprimido de 19 años que ya no existe. Hasta el día de hoy no se si
todo fue solamente un mal recuerdo que nunca viví. Acá dejo la única prueba de
una casi visita al manicomio en su estado original.
Expiación:
“Sueño
que canto todavía sobre constelaciones cacofónicas del manto calado, una
frecuencia de lunares, solo para densificar los oasis de tus precipitaciones
incorpóreas y no distingo los disfemismos que mi antifaz Señor buenas
intenciones piensa porque se los llevaron perversiones sagaces apenas exhalé pequeñas combustiones. Y se siente inundada por el agua que explota en ella
mientras flota amarrada en el espacio que la rodea, en la azotea del ático de
mi imaginación, afirmando el presente infinito; santo chorrito gaseoso, sápido,
coloro, engendro y progenitor. Amalgámate a la idea que ya desperté.
O a la que sigo soñando, siendo ronroneado por
la quimera, debe ser solo el sonido vibrante de mis lacrimales que recorren
iracundos los perímetros de mi cráneo, destartalando rastros de coherencia.
Mozo un par de lobotomías para los seres de mis hombros pronto que declaman
demencia, de volver a particular moho donde broté; expedición mental corre por
mi hipodermis como Moisés, susurrando clemencia o relentes en rompientes que me
saborearon y escupieron, como una brisa desvistiendo un jacarandá, contando en
risa pedacitos de materia verde que de niño soplé para aliviar este ardor.
Pongo pausa y heterogenizo un café. Buenos pésimos días Houston.
Descifré
que la cura no es el desapego a mí mismo, sino a ella, pero la encuentro en el
mercado del instante siguiente llamado Godot. O presente que está ausente, pero
sé que su uva huele a alcohol ~desnaturalizado~ dijo el río que rio, mientras
que lloro una serpiente de cloroformo con corriente. Se difuminó en su hogar
cual Lagrima- llegó al mar. Pero mi pico^-12 llegó a la cornisa de la geoda que
estaba entre mis falanges, copa de vino dirían muchos, pero esas críticas
peyorativas a mi creatividad tartamuda e ignorante ya las desnudé con desdén;
al ingerir agua de Leteo para digerir el vestigio que mi Eurídice dejó. Crónica
de una muerte anunciada no mata gente solo mi inocencia romántica, dando a luz
a la conjetura que mis sabios presagiaron.
Mis
tímpanos calientes como témpanos necios entendieron el desenlace de esta
introducción, hacer ignorar las ondas que perforan mis sienes en catarsis
parcial aun con el deseo de deslizarme entre tus cúmulos solamente para que la
atracción física me caiga como altoestratos de mármol, rememorando estímulos inexistentes
mientras sube el volumen de mi acúfeno y bucean un par de ibuprofenos en los
jugos gástricos escoltados por la ausencia de la gastronomía que me hacía
salivar, como falo impaciente por morir en una vesica piscis.
Fractalizaré mi subconsciente y extraeré la exegesis de mi propósito
vitae, pensé. Expiando karma por los poros se desarma el joven chaman haciendo
el caldo de emociones extradimensionales jugando con la alquimia del ser,
desarreglando todos mis sentidos siento que vuelvo a nacer y empiezo a morir.”
Marcelo Cueto Vassallo nacido en Perú, actualmente reside en Houston, Texas, Estados Unidos. Tiene 20 años y nos cuenta: "Escribo por el instinto humano de crear." Un artista en ascensión.




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